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El relato gira en torno a Mollie, interpretada por Lily Gladstone, una mujer osage cuya riqueza la expone a la manipulación y la traición de su entorno, y a Ernest, un veterano de guerra encarnado por Leonardo DiCaprio, que se deja arrastrar por la ambición de su tío William Hale, papel que Robert De Niro convierte en uno de los villanos más inquietantes de la carrera del director. El trabajo actoral ha sido uno de los aspectos más celebrados de la película, en especial la actuación contenida y poderosa de Gladstone, considerada un símbolo de representación indígena en el cine contemporáneo.
Con una duración de tres horas y veintiséis minutos, la película no se conforma con ser un thriller histórico, sino que se despliega como una tragedia épica que denuncia la avaricia, el racismo y la corrupción estructural de una nación en construcción. Scorsese no rehúye a la complejidad de los hechos ni a la crudeza de la violencia, ofreciendo una mirada honesta que contrasta con el silencio histórico que durante décadas rodeó estos asesinatos. La colaboración con la Nación Osage durante la filmación fue clave para otorgarle autenticidad al relato, incluyendo la participación de actores indígenas, rodajes en tierras históricas y asesoramiento cultural directo.
La música de Robbie Robertson, en lo que fue su última colaboración con Scorsese antes de su fallecimiento, añade una dimensión emocional que refuerza el carácter solemne y trágico del filme. A nivel técnico, la fotografía y la dirección de arte construyen un universo visual que envuelve al espectador en una atmósfera de tensión constante, donde lo bello y lo siniestro conviven en cada plano.
Killers of the Flower Moon fue aclamada en el Festival de Cannes y recibió múltiples nominaciones a los premios Óscar, incluyendo mejor película, mejor dirección y mejor actriz para Gladstone. Aunque algunos espectadores señalaron su extensa duración como un reto, la crítica coincidió en destacar su relevancia histórica, su ambición narrativa y el compromiso de Scorsese con un cine que busca cuestionar, conmover y dejar huella.
Más allá de los reconocimientos y la taquilla, la película se percibe como un testamento artístico de Scorsese, una declaración sobre el poder destructivo de la codicia y la necesidad de enfrentar las páginas más oscuras de la historia. En este sentido, no solo es un thriller, ni una epopeya, ni un drama, sino una obra que combina todo ello para ofrecer una experiencia cinematográfica que permanecerá en la memoria colectiva.
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